martes, 9 de agosto de 2011

El siempre supo qué decir, pero a esas alturas ya no importaba lo que tenía escrito.

De repente sintió su garganta seca y pasó saliva. En ese momento se dio cuenta que no era un dolor lo que tenía en la garganta, era un nudo, uno grande y ciego.
Pasó saliva 2 veces más hasta qué entendió lo que al parecer su nudo ya tenía claro; Él ya había hablado, había hablado por los dos, ya no importaba lo que tuviera por decir, ya no importaba cuanto lo había ensayado. Porque ya no importaba lo que sentía.
Y como si estuviera en otro lado, como si estuviera en otro momento todo a la vista se distorsionó, y vio algo que creía olvidado, era el mundo a través de sus lágrimas, ahí fue cuando entendió, cuándo entendió todo. Que no lo querían, que no tenían porqué, que tenía que huir, que ese iba a ser el último abrazo que le daría y que si no lo soltaba en ese instante, inevitablemente, iba a romper en llanto en su hombro; y como nunca le gustó que lo vieran llorar, hizo de tripas corazón y se fue.
Caminó muy rápido, lo más que pudo, creyendo que caminando rápido y mirando al piso nadie iba a ver sus lágrimas.
Lloró todo el camino, no se le acabaron las lágrimas.
Es que las lágrimas nunca se acaban con la esperanza.

jueves, 4 de agosto de 2011

Me plantó.

Tres y treinta y pico de la tarde. La esperé cinco minutos y no llegó. Le di cinco minutos; me di cinco minutos y huí.
Estoy a la vuelta de la esquina, no sé qué espero (porque se las respuestas caídas del cielo no llegarán); la espero a ella, a ver si con ella llegan las respuestas. No se cuales respuestas, no se respuestas a qué pero espero que lleguen.
El miedo es más fuerte que las ganas de ir y que el viento del que me refugio en esta esquina, sin embargo no me he ido, algo muy adentro de mí no se quiere ir, debe ser lo mismo que se aferra a ella como a un salvavidas, como si mis problemas tuvieran algo que ver con ella. Como si alguien más pudiera solucionar mis problemas conmigo mismo, como si mis problemas no fueran yo mismo.
No sé qué hacer. No sé si seguir esperando, no sé si ella me vaya a decir lo que quiero oír.
Tengo miedo, de lo que le vaya a decir, de lo que no le vaya a decir, de lo que ella me vaya o no a decir.
Tengo miedo de agotar ese último único recurso que me queda. Tengo miedo de no ver la vida jamás.
¿Qué le voy a decir? ¿Qué no lo quiero perder? ¿Qué lo amo? ¿Qué no soy normal? (estoy seguro que para ese entonces ya o habrá notado) ¿Qué tengo vergüenza de mí, de ir y de no poder? ¿Qué vine a desnudarme para ella, a denudar mi alma, mis miedos, mis recuerdos y lo que no quiero recordar para que me diga que hacer conmigo? ¿Qué vine a que me enseñe a vivir y a que me muestre en dónde se empieza?